La osteoporosis, según la Organización Mundial de la Salud, es “una enfermedad esquelética sistémica caracterizada por una masa ósea baja y el deterioro de la microarquitectura del tejido óseo, con el consiguiente aumento de la fragilidad ósea y la susceptibilidad a la fractura”. Es uno de los problemas más importantes de salud pública que afecta a los adultos sanos mayores de 55 años y con mayor prevalencia a las mujeres. Alrededor del 50% de las mujeres y el 25% de los hombres van a desarrollar una fractura osteoporótica, y sin una intervención preventiva, es probable que la cantidad de personas con osteoporosis se multiplique en los próximos años debido al envejecimiento de la población (1). La etiología de la osteoporosis es multifactorial y se cree que muchos factores genéticos, factores endocrinos y el estilo de vida desempeñan un papel importante, como la actividad física y la dieta, especialmente la deficiencia de minerales debido a la reducida ingesta alimentaria o a la baja absorción de estos. Los minerales como magnesio, zinc, cobre y calcio son esenciales para la salud y ayudan a mantener los huesos fuertes y sanos.El hueso está constituido por un material heterogéneo, en el que destaca la presencia de una fase mineral, la hidroxiapatita (Ca10(PO4)6(OH)2), que constituye entre el 30% y el 98% del peso seco del hueso, aunque en la mayoría es el 60-70%, y una fase orgánica formada por proteínas, en la que la más importante es el colágeno. Otras proteínas presentes en menor cantidad tienen otras funciones más especializadas, como factores de crecimiento, enzimas, moléculas señalizadoras, etc. El calcio es el elemento dominante en el hueso, pero también se encuentran trazas de otros elementos como el estroncio, aluminio, zinc o plomo. En las enfermedades oseas, como la osteoporosis, la osteomalacia y la osteogénesis imperfecta, se ha observado una alteración en la distribución y concentración del calcio (2).
La resistencia de los huesos a fracturarse, depende de la densidad ósea y de otros factores que determinan la calidad del hueso. Estos factores incluyen la composición, la mineralización, el contenido y sobrecruzamiento del colágeno, la morfología, la microarquitectura y la presencia de microfisuras. Estos factores varían con la salud/enfermedad y ciertas terápias. Los cambios en la composición mineral, se encuentran en las enfermedades óseas con alto riesgo de fracturas (incluida la osteoporosis), en las cuales la ratio mineral/matriz está incrementada. En la osteoporosis este incremento se debe a la pérdida de osteoide asociada con el incremento de la remodelación y disminución de la formación de hueso, mientras que en la osteogénesis imperfecta hay una menor cantidad de colágeno, que ocasiona una matríz deficiente. También se observan cambios en la cantidad de fosfato relacionados con la fragilidad osea. En la enfermedad renal crónica, las alteraciones en el transporte y aclaramiento del fosfato, conducen a la osteoporosis y aumentan la fragilidad cuando el recambio oseo es muy alto (2).
La matriz ósea está formada principalmente por proteínas, y la más abundante es el colágeno, en concreto el tipo I, que forma una molécula helicoidal con tres cadenas proteicas. Estas cadenas presentan una secuencia en la que cada tres aminoácidos está presente la glicina. El colágeno es hidroxilado en muchos residuos de prolina y lisina, lo cual facilita la producción de enlaces o entrecruzamientos que estabilizan su estructura, que es necesaria para realizar sus funciones, proporcionando elasticidad a los tejidos, estabilizando la matriz extracelular, uniendo otras macromoléculas y facilitando la deposición de minerales. Algunas mutaciones en los genes del colágeno, dan lugar a enfermedades óseas por mineralización inapropiada (2).
Los análisis del colágeno óseo han encontrado dos tipos de enlaces cruzados, los formados enzimáticamente y los que se producen por glicación. Ambos tipos de enlaces cruzados aumentan con la edad, se alteran con la enfermedad y afectan a la resistencia mecánica de la matriz de colágeno. Los entrecruzamientos enzimáticos mejoran la resistencia mecánica, mientras que los productos finales de la glicosilación avanzada, muy altos en las personas con mucho estrés oxidativo y en los diabéticos no controlados, hacen un hueso más frágil (2).
El resto de proteínas no colagenosas se encuentran en muy poca cantidad, pero tienen importantes funciones para el hueso, como la organización de la matriz, señalización celular, metabolismo y mineralización. Algunos estudios indican que estas proteínas pueden estar relacionadas con el riesgo de fractura. La osteocalcina y la osteopontina son importantes para la resistencia a la fractura, sus concentraciones se reducen en los huesos más viejos y la osteopontina puede retardar la propagación de fisuras. La fibronectina es una de las primeras proteínas producidas por los osteoblastos, dirige la deposición inicial de las fibrillas de colágeno y es necesaria para mantener la integridad de la matriz colágena. Aunque los osteoblastos producen fibronectina, no son ellos los responsables de su presencia en la matriz extracelular del hueso, si no que se produce en el hígado. Por este motivo, la incidencia de osteoporosis es muy elevada en los pacientes con cirrosis hepática (2).
En una sociedad envejececida la osteoporosis tiene un profundo impacto social y sanitario, afectando principalmente a la mujer después de la menopausia. Se ha relacionado la deficiencia de estrógenos que se produce con la menopausia con la disminución de la densidad mineral ósea (DMO). Son necesarias intervenciones preventivas para frenar la pérdida de la DMO después de la menopausia. Pero, aunque la osteoporosis se considera una enfermedad exclusiva del adulto, desde hace unos años se está convirtiendo en una enfermedad cada vez más prevalente en el niño, debido principalmente al aumento de la esperanza de vida de los enfermos crónicos pediátricos y al empleo de tratamientos osteotóxicos (3).
En el adulto, el remodelado óseo es un proceso en el que la formación de hueso está inexorablemente unida a la destrucción del mismo. En este proceso están implicadas dos tipos de células, los osteoclastos que son células derivadas de macrófagos producidas en la médula osea que se encargan de la reabsorción del hueso, y los osteoblastos que se encargan de la síntesis de nuevo hueso. El osteoclasto se diferencia y se activa cuando el Ligando del Receptor Activador del factor nuclear Kappa B (RANKL), presente en su membrana, se une al Receptor Activador del factor Nuclear Kappa B (RANK), presente en la membrana del osteoblasto. El RANKL puede unirse también a la osteoprotegerina (OPG), un receptor soluble producido por los osteoblastos que evita que RANKL se una al RANK y como consecuencia el osteoclasto no se activa (3).
Para mejorar la salud ósea es fundamental el control de la enfermedad inflamatoria de base, ya que las citocinas proinflamatorias presentes en las artritis inflamatorias, como el factor de necrosis tumoral (TNF) alfa y las interleukinas (IL), IL-1, IL-6 e IL-17, pueden causar un exceso de osteoclastogénesis, ya que estimulan la expresión de RANK y RANKL e inhiben la síntesis de OPG, favoreciendo así la reabsorción ósea. De hecho, en pacientes con artritis reumatoide se ha observado un incremento de la producción de RANKL en el líquido sinovial y el plasma, y además, en pacientes con dermatomiositis juvenil y con diversos subtipos de artritis idiopática juvenil se ha encontrado un aumento del ratio RANKL/OPG (3).
Los corticoides sistémicos para tratar la inflamación, son fármacos osteotóxicos que también afectan al metabolismo óseo a través de la estimulación de la expresión de RANK y RANKL. En la actualidad hay dudas sobre cuál es el factor negativo más influyente sobre el metabolismo óseo, si la propia actividad inflamatoria o el tratamiento corticoide. Un abordaje de la inflamación más natural y seguro, es el empleo del ácido graso omega 3 DHA, que a las dosis adecuadas es capaz de modular el proceso inflamatorio y el metabolismo óseo. La evidencia indica que los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 de la dieta son beneficiosos para la salud ósea, principalmente el DHA, ya que inhibe la actividad de los osteoclastos y activa los osteoblastos. La suplementación con cantidades adecuadas de DHA, cuando se emplea durante tiempo prolongado, inhibe la reabsorción y promueve la formación de hueso aumentando la DMO en las mujeres post- menopáusicas. Sus efectos beneficiosos afectan a los marcadores de reabsorción ósea, así como a los marcadores inflamatorios, tales como TNF-alfa, IL-1b, IL-6 y PGE2. Los suplementos de omega 3 y el ejercicio aeróbico influyen en las hormonas y otros factores que regulan el calcio en mujeres sanas post- menopáusicas. El consumo de 1000 mg/día durante 16 semanas, junto con la práctica de ejercicio de soporte de intensidad moderada, aumentó significativamente los niveles de calcitonina y estrógenos y redujo los niveles de hormona paratiroidea.
La actividad física juega un papel importante en la salud ósea y en la prevención de la osteoporosis, proporcionando a los huesos un estímulo osteogénico, mediante el aumento de las concentraciones séricas de marcadores de formación ósea, y la disminución de marcadores de reabsorción ósea. Se ha demostrado que en mujeres post-menopáusicas, el ejercicio aeróbico de intensidad moderada atenúa los marcadores séricos de inflamación, como la proteína C-reactiva, IL-6 e IL-18, y contribuye a prevenir la osteoporosis (3).
Finalmente, no podemos dejar de lado la importancia que tiene una buena nutrición en la prevención de la osteoporosis. Se ha demostrado que la prevalencia de la osteoporosis u osteopenia en mujeres post-menopáusicas está relacionada con la ingesta de proteína vegetal. Los alimentos de origen vegetal son conocidos por proporcionar una dieta básica mientras que los de origen animal son los precursores de una dieta acidificante, que se ha demostrado que aumenta la excreción urinaria de calcio, estimula la acción de los osteoclastos, e inhibe la acción osteoblástica formadora de hueso (4).
SUPLEMENTACIÓN NUTRICIONAL PARA LA PREVENCIÓN DE LA OSTEOPOROSIS
Existe un gran consenso mundial sobre la necesidad de aportes correctos de calcio y vitamina D3 para una buena salud ósea. Sin embargo, en los estudios con tratamientos combinados, se comprueba que para reducir el riesgo de fracturas óseas no basta el aporte de uno de ellos, calcio o vitamina D3, si existe déficit del otro componente. Esta sinergía entre diferentes nutrientes que han demostrado ser útiles para frenar la osteoporosis y mejorar la salud ósea, nos lleva a plantear el desarrollo de un tratamiento complejo para maximizar el cuidado de la salud ósea en todos los pacientes, especialmente en los que presentan osteoporosis, y entre estos, en las mujeres tras la menopausia. Para ello, analizaremos aquellos tratamientos que han demostrado eficacia aumentando la DMO, con el objetivo de desarrollar una fórmula lo más completa posible.
HORMONAS
Hormona de crecimiento: Recientemente se ha demostrado la efectividad de la hormona de crecimiento (HC) para tratar la osteoporosis. En un estudio controlado con placebo, se trataron con HC durante tres años a mujeres con osteoporosis que recibían terapia hormonal sustitutiva, calcio y vitamina D, y se comprobó que aumentaba la DMO y el contenido mineral del hueso de forma dosis dependiente. Estas pacientes se sometieron a un seguimiento durante diez años, y se observó una reducción en el número de fracturas que pasaron del 56% al 28%, pero el índice relacionado con la calidad de vida no tuvo cambio respecto al grupo control (5). Sin embargo, la HC humana recombinante es un tratamiento demasiado costoso para ser usado en una patología crónica y que afecta a tantas personas, como es la osteoporosis. Por ello se han buscado formas de incrementar los niveles de HC recurriendo a tratamientos con extractos herbales y terapia nutricional, con algunos resultados satisfactorios. Dentro de los productos herbales, la glicirricina procedente de la raíz de Glycyrrhiza glabra (6) y los ginsenósidos procedentes del extracto de Panax ginseng (7) han demostrado eficacia aumentando el nivel de HC en estudios con ratas. Lo mismo ha ocurrido con la puerarina de Pueraria, o la dioscina de Dioscorea. Aunque los mecanismos aún son desconocidos, se supone que estas moleculas actúan sobre receptores secretagogos de la HC, o estimulan la producción de otras hormonas que inducen la producción de HC. En cuanto a otros nutrientes que incrementan los nieveles de HC están glicina, glutamina, arginina y niacina (vitamina B3).
Estrógenos: La caida en el nivel de estrógenos durante la menopausia, ha llevado a proponer la terapia de reemplazo hormonal (TRH) para evitar tanto los síntomas como la reabsorción ósea. Pero debido a los problemas que presenta la TRH, comenzó a estudiarse la posibilidad de utilizar extractos herbales ricos en fitoestrógenos. Estos corresponden a isoflavonas de estructura similar a los estrógenos, que son eficaces reduciendo los síntomas más molestos de la menopausia. Sin embargo, no todos los fitoestrógenos tienen la misma eficacia sobre la osteoporosis. Los fitoestrógenos más estudiados son las isoflavonas del extracto de soja (Glycine max), la genisteina y la daidzeina. Parece que la genisteína es la isoflavona más eficaz, ya que la administración de 54 mg/día de genisteína fue tan eficaz como la THS para reducir la pérdida de densidad mineral ósea del fémur y columna lumbar en una prueba de 1 año en mujeres post- menopáusicas y fue efectiva después de 24 meses en un estudio de seguimiento, que mostró una constante disminución de la reabsorción ósea (8). Se han propuesto varios mecanismos por los que la genisteína podría mejorar la salud ósea, desde efectos genómicos directos mediados por receptores de estrógeno hasta acciones no genómicas tales como la inhibición de protein-quinasas y la activación de tirosin-fostatasas. La supresión de la reabsorción ósea puede ocurrir a través de la inhibición de la osteoclastogénesis o por inhibición directa de la actividad de los osteoclastos.
Cada isoflavona tiene una estructura única que determina su capacidad para unirse de forma competitiva a los receptores de estrógeno y mantener la afinidad de unión en relación con otras isoflavonas presentes, y, además, la estructura dicta la potencia posterior de su actividad como modulador selectivo del receptor estrogénico. Por este motivo, las mezclas de diferentes isoflavonas no pueden mejorar la eficacia de la genisteína. Además de los fitoestrógenos derivados de la soja, también se han introducido extractos de otras leguminosas como el trébol rojo (Trifolium pratense) o el kudzu (Pueraria lobata), pero se ha comprobado que a pesar de tener un contenido total de isoflavonas similar a la soja, no son tan eficaces por tener un bajo contenido de genisteína (9). También se han encontrado diferencias en el contenido de isoflavonas entre diferentes partes de la soja. La diferencia entre la eficacia de suplementos de germen de soja y de cotiledón de soja puede ser debida a las diferencias en el perfil de isoflavonas. El suplemento de germen de soja fue la mitad de eficaz que el suplemento de cotiledón de soja, ya que aunque contenía más daidzeína (40%) y gliciteína (48%), contenía menos genisteína (12%). Los niveles séricos de genisteína fueron de media 4 veces mayores durante la intervención con el cotiledón de soja que con el germen de soja, aunque no hubo diferencia en los niveles de isoflavonas totales en suero.
De gran importancia para los fitoestrógenos, es la acción de la microbiota intestinal sobre las isoflavonas presentes en los suplementos, puesto que los productos liberados por las bacterias a partir del metabolismo de las isoflavonas naturales se absorben más y son más biodisponibles para el paciente. A partir de la genistina y la daidzina, isoflavonas naturales de la soja, algunas bacterias del colon producen genisteina y daidzeina por deconjugación enzimática, las cuales se absorben más rápido a través del epitelio intestinal. Aún más importante es la liberación del equol producido por algunas bacterias de la microbiota a partir de un segundo metabolismo enzimático de la daidzeina, ya que el equol tiene una mayor eficacia uniendose a los receptores estrogénicos (10).
Melatonina: Son muchos los estudios que relacionan los niveles de melatonina con la salud del hueso. La melatonina modula el metabolismo óseo a través de tres acciones principales. En primer lugar, afecta directamente a las acciones de los osteoblastos y los osteoclastos. Numerosos estudios documentan que la melatonina aumenta la proliferación de los osteoblastos, promueve la expresión de colágeno de tipo I y otras proteínas importantes para el hueso (por ejemplo, fosfatasa alcalina, osteopontina, sialoproteína ósea y osteocalcina), y estimula la formación de la matriz mineralizada por estas células. Además, la melatonina inhibe la diferenciación de los osteoclastos a través de la disminución en la expresión de RANK y del aumento en los niveles de OPG. En segundo lugar, la melatonina regula indirectamente el metabolismo óseo a través de su interacción con otras hormonas (por ejemplo, paratohormona (PTH), calcitonina y estrógenos). Podrían ser necesarios niveles de estradiol circulantes adecuados para los efectos de la melatonina sobre el hueso. En tercer lugar, durante la reabsorción ósea los osteoclastos generan altos niveles de aniones superóxido que contribuyen al proceso de degradación del hueso. La melatonina es un significativo agente antioxidante que puede eliminar los radicales libres generados por los osteoclastos durante el proceso de reabsorción ósea y proteger a las células de hueso de los ataques oxidativos (11).
Algunos estudios revelan el papel etiológico de la melatonina en la osteoporosis. Los niveles plasmáticos nocturnos de melatonina disminuyen con la edad, y se ha comprobado que la secreción de melatonina en la glándula pineal disminuye bruscamente durante la menopausia, lo cual está asociado con la osteoporosis post-menopáusica. Se ha encontrado una correlación entre la disminución de los niveles de melatonina en plasma y un aumento de la incidencia de deterioro del hueso, tal como se ve en las mujeres post-menopáusicas. Además, se ha demostrado que la pinealectomía en ratas y ovejas promueve la inducción de los biomarcadores del metabolismo óseo. También se ha visto que el trabajo del turno de noche conduce a trastornos de la secreción de melatonina, así como a severa alteración del ritmo circadiano. Y en un estudio epidemiológico se comprobó que veinte o más años de trabajo nocturno aumentó significativamente el riesgo de fracturas de muñeca y cadera en mujeres post-menopáusicas. Todas estas observaciones en conjunto sugieren que un déficit de melatonina puede estar implicado en la etiología de la osteoporosis (11).
AMINOÁCIDOS
En el metabolismo óseo intervienen diferentes proteínas, neurotransmisores, hormonas, etc., y algunos aminoácidos son de gran importancia como precursores de su síntesis. Diversos estudios relacionan una elevación de la ingesta de alanina, arginina, glutamina, leucina, lisina, y prolina con un incremento de la DMO y la prevención de la osteoporosis (4).
Glicina: El colágeno es la proteína más abundante en el cuerpo humano, constituyendo más del 25% del total de proteínas. Un tercio de los aminoácidos del colágeno son glicina, y este alto contenido implica un alto requerimiento de disponibilidad de glicina para mantener una saludable reposición del colágeno y evitar los problemas que una dieta deficiente en proteínas puede inducir en la reposición de proteínas, especialmente del colágeno. Dado que para tener un hueso sano es fundamental el colágeno, podemos asegurar que un correcto aporte de glicina es fundamental para prevenir o tratar la osteoporosis. Y por el contrario, un déficit continuado de glicina puede ocasionar a largo plazo incremento en el riesgo de padecer osteoporosis (12). Otros aminoácidos de gran importancia en la síntesis de colágeno son la lisína y la arginina (4).
Triptófano: Los datos indican que el L-triptófano estimula la proliferación de las células madre del mesénquima de la médula ósea, aumenta la expresión de la osteocalcina y la proteína fosfatasa alcalina. Todo esto indica que el L-triptófano juega un papel en la diferenciación osteoblástica.
La serotonina, sintetizada en el cerebro a partir del triptófano, aumenta la formación ósea y disminuye la reabsorción ósea. Se une a receptores en las neuronas del hipotálamo ventromedial disminuyendo el tono simpático mediante la inhibición de la síntesis de epinefrina. La disminución del tono simpático produce en los osteoblastos un aumento de la síntesis de hueso. La disminución de la reabsorción ósea se consigue mediante la inhibición de la síntesis de RANKL en los osteoclastos. El triptófano también es precursor de la melatonina, cuya implicación en la salud ósea hemos indicado anteriormente (13).
MINERALES
Calcio: Hoy en día, la cantidad diaria de calcio recomendada en niños sanos es de 700 mg de 1 a 3 años, 1.000 mg de 4 a 8 años y 1.300 mg de 9 a 18 años. Aunque en niños con malabsorción o tratados con medicaciones osteotóxicas deberían ser necesarias cantidades mayores. En general, es preferible optimizar el aporte de calcio a través de la dieta debido a la posibilidad de efectos adversos cardiovasculares y extraesqueléticos de la suplementación farmacológica (2).
En los adultos, la dosis diaria aceptada como consenso se situa entre 1000 y 1500 mg, siendo 1200 la que más se observa como referencia en los estudios más recientes. Es muy difícil medir la cantidad de calcio que alcanza a depositarse en el hueso, aunque hay expertos que afirman que la ingesta de calcio no es el único factor que determina esta deposición, señalando la necesidad de otros nutrientes como el magnesio, el fósforo, los fitoestrógenos, etc. que influyen positivamente en este proceso.
Fósforo: Aunque parece lógico que la ingesta de fósforo sea importante para la salud ósea, puesto que la deposición de calcio en el hueso se produce en forma de hidroxiapatita (fosfato cálcico), se han realizado muchos estudios sobre la suplementación con fósforo con resultados contradictorios. Actualmente se tienen datos importantes sobre como influye la ingesta de fósforo en la salud ósea. En varios estudios se ha comprobado que cuando la ingesta de calcio es muy baja, una elevada ingesta de fósforo tiene consecuencias negativas para la salud ósea, ya que se incrementa la concentración en suero de la hormona paratiroidea, lo que disminuye la formación de vitamina D e inhibe la formación de hueso, a la vez que incrementa la reabsorción ósea. Por el contrario, una ingesta alta de fósforo cuando la ingesta de calcio también es elevada, es beneficioso para el hueso ya que disminuye la hormona paratiroidea y la reabsorción ósea, a la vez que se promueve la formación de hueso (14).
Sólo hay unos pocos estudios sobre cual es la mejor sal para optimizar la absorción del calcio, y aunque no se ha visto diferencia entre administrar carbonato cálcico o fosfato cálcico, se considera que es mejor suplementar con un fosfato cálcico a las mujeres post-menopausicas para evitar que el calcio se una al fósforo de la dieta y se reduzcan excesivamente sus niveles, en especial en las mujeres con una baja ingesta de fósforo (15).
Penta-calcio hidroxi-trifosfato: El penta-calcio hidroxi-trifosfato (CaP) [Ca5(PO4)3OH] es un polvo blanco microfino sin olor ni sabor. Una cualidad importante, es que es insoluble en agua a pH neutro, y soluble en el pH ácido del estómago durante la digestión. Al ir atravesando el intestino delgado, sube paulatinamente el pH, y el CaP va a formar un precipitado amorfo con capacidad de unirse a ácidos biliares y grasas. Se ha demostrado que la suplementación con CaP reduce la concentración sanguínea del colesterol total y del colesterol LDL (16). También se ha visto que el CaP mejora la implantación de la flora bacteriana probiótica y la producción de las hormonas intestinales llamadas incretinas (17). Aunque el mecanismo por el que acontecen estos cambios puede ser la capacidad de eliminar ácidos biliares y grasas en las heces, las consecuencias son importantes para la salud, con la disminución del colesterol, la mejora de la microbiota o el aumento de las incretinas y de la insulina, con la consiguiente reducción de la glucemia.
Silicio: ha demostrado ser útil como agente preventivo o terapéutico frente a la osteoporosis. Dos estudios epidemiológicos transversales han informado de que el consumo de silicio en la dieta está asociado con una mayor DMO. En la cohorte de Framingham se informó de que un mayor consumo de silicio en la dieta fue positiva y significativamente asociado con la DMO en la cadera de hombres y mujeres pre-menopáusicas, pero no en las mujeres post-menopáusicas. Este estudio se repitió utilizando la cohorte APOSS (Aberdeen Prospective Osteoporosis Study Screening), una cohorte sólo de mujeres, y de manera similar se vió que la ingesta dietética de silicio estaba asociada positivamente con la DMO en la cadera y la columna vertebral de las mujeres pre- menopáusicas. También puso de manifiesto una correlación similar en mujeres post-menopáusicas, pero sólo en aquellas tratadas con TRH. Una correlación más débil (no significativa) se encontró en las antiguas (no actuales) usuarias de TRH y ninguna correlación en las que nunca habían tomado TRH. Estos dos estudios sugieren que la ingesta mayor de silicio está asociada con una mayor DMO, y también, una interacción potencial entre el silicio y el nivel de estrógeno (18).
Boro: Se ha demostrado que las dietas bajas en boro acentúan la progresión de la osteoporosis, mientras que la suplementación con pequeñas cantidades (3 mg/día) de ácido bórico favorecen la deposición de calcio en la matriz ósea, el desarrollo y la regeneración ósea, la producción y el metabolismo de las hormonas sexuales y la vitamina D, y la absorción y uso del calcio y del magnesio (19). Estudios recientes parecen indicar que dosis pequeñas de boro son un factor fundamental para la diferenciación osteogénica de las células madres de la médula ósea y la inducción de la deposición mineral en la matriz ósea (20).
Potasio: La carga ácida que causa la dieta es nociva para la salud ósea, pero puede ser neutralizada aumentando la ingesta de potasio. Se ha demostrado que el tratamiento con citrato de potasio a largo plazo, es beneficioso para reducir la eliminación de calcio por la orina, aliviando al esqueleto de la pérdida de calcio ocasionada por su papel como depósito de base y fuente para mantener el nivel de calcio en sangre. El tratamiento continuado con citrato de potasio por más de seis meses, mejora el equilibrio del calcio, disminuye la reabsorción ósea mitigando el deterioro en la densidad ósea relacionado con la edad y reduce el riesgo de fracturas óseas en las poblaciones de riesgo (21). En un reciente estudio con mujeres post-menopáusicas que presentaban osteopenia, tratadas con citrato de potasio durante un año, se ha encontrado una significativa reducción de los marcadores de recambio óseo, pero no es concluyente respecto de los marcadores de formación ósea. Ha quedado demostrado que el citrato de potasio puede ser un tratamiento eficaz y bien tolerado frente a la pérdida ósea que padecen la mujeres tras la menopausia.
Magnesio: es esencial para la síntesis de la matriz ósea orgánica, y la deficiencia de magnesio puede afectar a la calidad del hueso por la disminución de la formación ósea. Previene la formación de cristales de hidroxiapatita a nivel vascular, y tiene un efecto negativo en la PTH (22).
Zinc: desempeña un papel fisiológico en la mineralización del tejido óseo, y se requiere zinc para la acción completa fisiológica de la vitamina D sobre el metabolismo del calcio (22).
Cobre: Los estudios han demostrado que el cobre es necesario para la enzima que aumenta la reticulación de las moléculas de colágeno, por lo que sería esencial para la síntesis de la matriz ósea orgánica (22).
VITAMINAS
La ingesta de vitaminas es de gran importancia para reducir el riesgo de osteoporosis, aunque no todas son igual de necesarias. Entre ellas, la vitamina D es la más necesaria.
Vitamina D3: Los niveles adecuados de vitamina D3 en la infancia, parecen situarse entre los 20 y los 30 ng/ml (75-50nmol/l). Aunque los últimos estudios los señalan por encima de los 30 ng/ml (75 nmol/l); en una reciente revisión de la Cochrane sobre el tema, se observó que la suplementación con vitamina D3 a jóvenes sanos con niveles por encima de los 20 ng/ml (50 nmol/l) no tenía un efecto estadísticamente significativo sobre la DMO. La cantidad diaria recomendada de vitamina D3 en el niño sano es de 400 UI y de 400 a 1.000 UI en el niño en riesgo de osteoporosis sin hipovitaminosis D. En pacientes con hipovitaminosis D, las dosis de tratamiento son de 2.000 UI de vitamina D3 al día durante 6 semanas, aumentando de 4.000 a 6.000 UI al día durante 6 semanas si asocian malabsorción, obesidad o tratamiento con fármacos que aceleren el catabolismo de la vitamina D (antiepilépticos, corticoides. . .) (2).
En los adultos, se ha comprobado que la absorción del calcio a nivel intestinal está regulada por el nivel de vitamina D en plasma, y se incrementa a medida que este nivel de vitamina D es mayor, pero se satura a partir de niveles de 80 ng/ml de vitamina D. La mayor controversia que existe hoy en día a este respecto, es cual debe ser la ingesta diaria de vitamina D3 para alcanzar niveles plasmáticos cercanos a los 80 ng/ml, y según cálculos recientemente publicados la dosis de vitamina D3 diaria debería ser 10 veces superior a la recomendada actualmente (la mayoría de las guias recomiendan 800 UI), situandose en unos 8000-9000 UI (23). Hacer un seguimiento analítico de los niveles de vitamina D en el paciente en tratamiento, es sin duda el único modo de ajustar la dosis que necesita cada uno.
Vitaminas A, C y E: Muchos estudios epidemiológicos y experimentales han demostrado que la reducción del nivel de radicales libres puede reducir la tasa de pérdida ósea, porque el estrés oxidativo está implicado en la osteoclastogénesis, en la apoptosis de los osteoblastos y osteocitos, y por lo tanto en la reabsorción ósea, provocando una disminución de la densidad mineral ósea y un aumento de la osteoporosis. Tras estos hallazgos, se asume que el consumo de vitaminas antioxidantes puede proporcionar beneficios para el metabolismo ósea combatiendo el estrés oxidativo. Recientes estudios epidemiológicos han demostrado que el consumo de estos nutrientes reducen el riesgo de osteoporosis y fracturas óseas (24).
Vitamina K2: La vitamina K es un cofactor de la γ-carboxilasa, que convierte tres residuos de ácido glutámico de la osteocalcina (OC) en ácido gamma-carboxiglutámico, y es por tanto esencial para la γ-carboxilación de OC. Sin esta modificación, la OC carece de integridad estructural y de la capacidad de unirse a la hidroxiapatita mineral. La reacción de carboxilación se completa como un acontecimiento postraduccional intracelular, y la OC secretada no puede ya ser carboxilada (25). De forma parecida a lo que sucede con el déficit de magnesio, un bajo nivel de vitamina K está asociado con el incremento de la calcificación vascular, y con la osteoporosis.
Vitamina B6: Esta vitamina es muy importante por ser cofactor en muchas reacciones enzimáticas y necesaria para una buena absorción del magnesio, pero en nuestro caso su interés radica en que es necesaria para el funcionamiento de la enzima triptófano hidroxilasa, que es clave en la ruta metabólica que a partir del triptófano da lugar a la serotonina y la melatonina (26).
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