A PROPÓSITO DE LOS PROBIÓTICOS Y PREBIÓTICOS.
Importancia de los probióticos y prebióticos para nuestra salud:
En los últimos años, las ciencias relacionadas con la salud han puesto el foco sobre la microbiota que convive con nosotros, estableciendo las bases de nuestra relación con ella, así como la necesidad de mantener la buena “salud” de esa microbiota, pues está demostrado que en ello nos va también nuestra propia salud.
Esta microbiota está compuesta por microorganismos de todo tipo (bacterias, hongos, levaduras y virus), que interaccionan con nosotros pero también con otros microorganismos con los que establecen relaciones de competencia, simbiosis y antagonismo, y que van a determinar consecuencias para nuestro organismo.
Aunque hay presencia de microorganismos en muchos lugares, como los pulmones, la boca, la piel, la vagina, etc., la microbiota más estudiada es la del intestino. En él hay gran cantidad de microorganismos de cientos de especies diferentes, muchas de las cuales aún no hemos podido cultivar in vitro, pero que gracias a modernas técnicas de identificación mediante ADN, sabemos que están. Sin embargo, identificar los beneficios que suponen para nosotros y nuestra salud es muy complicado (1). Los estudios comparativos de la microbiota intestinal de sujetos enfermos y sanos, han permitido relacionar más de 25 enfermedades o síndromes con un microbioma intestinal alterado. Desde enfermedades gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable, o el cancer colorrectal, a enfermedades metabólicas e incluso a enfermedades como el Alzheimer, trastornos del espectro autista, el síndrome de fatiga crónica, el Parkinson, o enfermedades autoimmunes como la artritis reumatoidea y la esclerosis múltiple. Las enfermedades más estudiadas en su relación con la microbiota intestinal son la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes mellitus de tipo II (2). Y aunque no está claro si las alteraciones en la microbiota son la causa o la consecuencia de estas enfermedades, se cree que la manipulación de la microbiota puede ayudar a prevenir e incluso a tratar la enfermedad.
Sabemos que algunas bacterias intestinales tienen capacidad para metabolizar algunos compuestos que están en nuestra alimentación (y que nosotros somos incapaces de hacerlo) y producir otros compuestos que luego nosotros vamos a utilizar como nutrientes muy importantes. Un ejemplo es la producción de algunos ácidos grasos de cadena corta, como el butirato (3), a partir de fibras alimentarias no digeribles por el hombre, como la inulina, y que son de gran importancia para la nutrición y viabilidad de las células del epitelio intestinal (colonocitos, enterocitos, etc.) y cuyo déficit se han relacionado con diversas patologías intestinales incluido el cáncer.
Otro ejemplo muy interesante, es la metabolización de las isoflavonas fitoestrogénicas de origen vegetal por la microbiota para originar equol, una molécula biosimilar a los estrógenos y que en la mujer que alcanza el climaterio va a compensar los efectos provocados por la caída en la producción de estrógenos, pero que también se le suponen efectos protectores frente a tumores hormono dependientes, puesto que hay una gran correlación entre las poblaciones consumidoras de este tipo de isoflavonas y la baja incidencia de estos tumores (4).
Un efecto benéfico muy importante para nuestra salud, es la competencia que tiene la microbiota sobre microorganismos patógenos y los patobiontes que colonizan nuestro intestino, causando inflamación, diarreas, y enfermedades con fatales consecuencias. Las causas que originan las alteraciones en la microbiota simbionte para que se produzca la invasión de patógenos o el sobrecrecimiento de patobiontes, son: el consumo de antibióticos, de antiinflamatorios no esteroideos, de terápias que suprimen la producción de ácido, y la edad (5, 6). Está comprobado que los daños que provocan estas disbiosis, pueden revertir con un tratamiento basado en incorporar a nuestro tracto digestivo una gran cantidad de bacterias probióticas. Son varias las especies bacterianas que han demostrado combatir el sobrecrecimiento de Clostridium difficile (el patobionte más estudiado) en el intestino, así como el efecto favorable para nuestra salud. Es pues, práctica habitual el tomar preparados que contengan una mezcla de varias cepas probióticas de diferentes especies que hayan demostrado en los ensayos su eficacia.
Otra de las vías de investigación relacionada con las bacterias probióticas, es el efecto favorable que tienen sobre ella y sobre su implantación en el epitelio intestinal, unos nutrientes denominados prebióticos. Estos estudios están poniendo de manifiesto la influencia negativa de las dietas occidentales sobre la microbiota intestinal, cuando se comparan con las dietas de poblaciones más tradicionales (7), y también la posibilidad de tratar las patologías causadas por las disbiosis intestinales mediante el uso combinado de probióticos y prebióticos (8). Muchos de los prebióticos que se están identificando son móleculas no digeribles por nuestro sistema digestivo (9). Diferentes polisacáridos, como la inulina, y oligosacaridos como los FOS (fructooligosacáridos) derivados de ella, son los más estudiados y empleados en los suplementos alimenticios y en los tratamientos probióticos acompañando a las bacterias, en lo que se empieza a denominar como tratamientos simbióticos.
Éste simbiótico en el cual, además de estar presentes 11 cepas de diferentes especies con demostrada eficacia probiótica, se ha incluido una dosis de FOS, para incrementar la capacidad de los probióticos para implantarse y desarrollarse en el epitelio intestinal. Según las revisiones y tratados que actualmente se consideran dotados de suficiente evidencia científica, están indicados en el tratamiento de las disbiosis que afectan a distintas patologías intestinales, como la colitis ulcerosa, el síndrome de Crohn, el intestino irritable, o las diarreas infecciosas (10). Así mismo, parece haber evidencia de la eficacia de tratar algunas alteraciones metabólicas, como la obesidad, la diabetes mellitus de tipo II, las dislipidemias, etc. También existe una buena evidencia sobre la relación de la microbiota intestinal con el sistema psiconeuroinmunoendocrinológico (11), por lo que se incrementan enormemente las posibles indicaciones de los simbióticos como un tratamiento de base para alcanzar el máximo beneficio a la hora de implementar cualquier tratamiento para la salud.
Referencias bibliográficas:
1.- Hevia A, and cols. 2014. Intestinal dysbiosis associated with systemic lupus erythematosus. mBio 5(5):e01548-14.
2.- Geurts, L. and cols. 2014. Gut microbiota controls adipose tissue expansion, gut barrier and glucose metabolism: novel insights into molecular targets and interventions using prebiotics. Beneficial Microbes, 5(1): 3-17.
3.- Tojo R. and cols. 2014. Intestinal microbiota in health and disease: Role of bifidobacteria in gut homeostasis. World J Gastroenterol. 7; 20(41): 15163-15176.
4.- Rafii F., 2015. The Role of Colonic Bacteria in the Metabolism of the Natural Isoflavone Daidzin to Equol. Metabolites, 5, 56-73.
5.- Kamada N. and cols. 2013. Control of Pathogens and Pathobionts by the Gut Microbiota. Nat Immunol.; 14(7): 685–690.
6.- Bibbò S. and cols. 2014. Role of Microbiota and Innate Immunity in Recurrent Clostridium difficile Infection. J. Immunol. Res., Article ID 462740, 8 pages.
7.- De Filippoa C. and cols. 2010. Impact of diet in shaping gut microbiota revealed by a comparative study in children from Europe and rural Africa. Proc. Natl. Acad. Sci. 17, vol. 107. no. 33. 14691–14696.
8.- Tavares S. and cols. 2013. Intestinal microbiota; relevance to obesity and modulation by prebiotics and probiotics. Nutr Hosp.; 28(4):1039-1048.
9.- Corzo N. and cols. 2015. Prebióticos; concepto, propiedades y efectos beneficiosos. Nutr Hosp.; 31(Supl. 1): 99-118.
10.- Olveira Fuster G. y González-Molero I. 2007. Probióticos y prebióticos en la práctica clínica. Nutr Hosp.; 22(Supl. 2): 26-34.
11.- Tlaskalova-Hogenova H. and cols. 2011. The role of gut microbiota (commensal bacteria) and the mucosal barrier in the pathogenesis of inflammatory and autoimmune diseases and cancer: contribution of germ-free and gnotobiotic animal models of human diseases. Cellular & Molecular Immunology 8, 110–120.